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Argonáuticas 2.0

Detectivismo Literario

El pálido fuego que atrapan sus manos

martes, junio 30, 2009



Imagen y copyrigth: Efren Hernández

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 9:04 p. m. | Enlaces | 2 comentarios |

Un supuesto Salinger, con amor y sordidez

domingo, junio 21, 2009


Yo leí Un día perfecto para el pez banana (A perfect day for bananafish) pasada la adolescencia, por recomendación de Daniel Pratt. Sin embargo, su efecto delirante me estalló en la mano como una barra de dinamita de la misma forma que pudo haberlo hecho si su lectura hubiese ocurrido en una edad más temprana e impresionable.

Lo mismo me pasó con esa otra joya que es Para Esmé, con amor y sordidez (For Esmé, with love and squalor)

En lo que a mi respecta, esos dos textos serían suficientes para justificar el impacto que J. D. Salinger ha tenido sobre la literatura que le sigue.

Hoy, Salinger es poco más que una incógnita, un terror, una paradoja para los cómodos sueños seriales de la cultura norteamericana. Pienso que lo es, sobre todo, por motivos frívoles y equívocos.

Una cultura del consumo, predecible y ramplona, tolera mal un hecho decisivo: que dos de los asesinos (o potenciales asesinos) del siglo XX lleven consigo un libro del mismo autor. En este caso, The Catcher in the Rye. Uno fue Mark Chapman, quien mató a John Lennon. El otro, fue John Hinckley, quien intentó pero no logró asesinar a Ronald Reagan quien, como buen político, sobrevivió al atentado.

El resultado de esa tensión ha traido una consecuencia mucho más que predecible: justo en los días pasados, un sujeto llamado Fredrik Colting, pero quien se hace llamar J. D. California, acaba de publicar en inglaterra un libro titulado: 60 Years Later. Coming througth the rye. En Moleskine literario, Iván Thays comenta este dato de la disputa legal:

Salinger no ha asistido a la vista que se celebró ayer miércoles, pero en la demanda que presentó hace dos semanas, además de definir el libro como un "simple y puro plagio", aseguraba que el derecho a escribir una secuela de ese clásico de la literatura estadounidense así como a utilizar el nombre de su protagonista le corresponden únicamente a él. El conocido autor pidió que se destruyeran las copias existentes de la supuesta secuela y, además, exigió que se repare el daño ocasionado por el plagio de unos derechos de autor que están valorados "en una enorme cantidad de dinero". La obra de Fredrik Colting ya se ha publicado en el Reino Unido por la editorial sueca Nicotext, que pretende comercializar 60 Years Later: Coming Through the Rye en Estados Unidos a partir del próximo septiembre, si no lo impide una decisión judicial firme.

Sin embargo, más allá de esos aburridos pleitos, de esos mezquinos escritores como J. D. California, quienes persiguen a un autor por sus notorios royalties, antes que por el valor mismo de su obra, los motivos más frívolos y equívos del culto a Salinger se basan en que, en realidad, se trata de una cultura que tolera aún peor la férrea indisposición de Salinger a no querer publicar otro libro.

¿Qué se habrá creído la gente? Salinger fue (o es), un escritor, no tenía por qué comportarse como una máquina que produce caramelos en serie.

En el fondo, se trata del cómodo error de equiparar al libro como objeto de consumo (cosa que, de forma manifiesta, también es), con la noción de un escritor que debería contar con una chimenea y un par de tractores de color amarillo dibujados en el blanco del ojo. Debe ser duro asimilar que un escritor de éxito, como de hecho lo fue Salinger en su momento, de pronto decida abandonar el lugar simbólico en el que lo ha colocado ese éxito y recluirse en una casa en algún bosque de Massachusset, o donde sea que se encuentre, pues el discurso ramplón de todas las culturas de consumo parten de la idea más o menos predecible de que, si un producto es bueno, pues entonces es preciso que se le siga produciendo (en realidad, eso es falso. O lo es en la medida en que seguramente son más los productos malos que se mantienen en el tiempo que los productos buenos que lo hacen pero ese, después de todo, es otro tema).

Es claro que Salinger tenía el derecho de publicar o no publicar según le pareciese. Independientemente cuán bien lo pudiese hacer. Si, en ese camino, le resultó que lo que había publicado era suficiente como una forma de redondear su obra, pues entonces no queda más que admitir que allí, en ese límite, se fijaron los límites de su obra.

Cada quien ha hecho el intento que mejor le parece para elaborar ese drama. Quizá uno de los intentos más notorios (aunque irremisiblemente cursi) pueda ser esa película vagamente torpe que es, que fue, Finding Forrester, donde un Sean Connery más bien correcto, hace la versión doppelgänger de J. D. Salinger.

Lo triste, lo absurdo de esta historia, es que el morbo que despierta la reclusión de Salinger ignora, sistemáticamente, dos hechos tristes y más bien evidentes. El primero: que Salinger, igual que su doble Seymour Glass, quedó destruido por la guerra. El segundo: que los aparentes actos de rareza de J. D. Salinger podrían explicarse de un modo triste, conmovedor y cotidiano con una sola idea: Saliger, señores, es un escritor brillante que se volvió loco y que, en consecuencia, ha decidido hacer lo que cualquier persona que se vuelve loca no tiene más remedio hacer: vivir su vida bajo esas precisas coordenadas, más allá de lo que lógicamente habría hecho en otras condiciones.

En fin. Con eso basta.

Ahora, lo que toca es apuntar al grano: más allá de la noticia, de por sí importante, de que casi toda la obra literaria (si no toda la obra literaria) de J. D. Salinger puede leerse en su idioma original pulsando justo aquí, el objetivo final de esta pretendida breve nota es llamar la atención de otros argonautas sobre la supuesta primera traducción de un viejo texto de Salinger que, sin embargo, permanecía fuera del ámbito de sus lectores en castellano. Ignoro si esa traducción es la primera o no. Me temo, además, que no tengo ninguna forma de saberlo. En todo caso, el título del cuento original es: The Hang of It, y fue publicado publicado en Collier's, en el año de 1941(donde, de hecho, aparece parte importante de su obra no reunida). La traducción es una cortesía del blogger Antonio Díaz Oliva. El cuento, en castellano, es así:

The Hang of It
J. D. Salinger
ESTE país perdió a uno de sus más prometedores jóvenes –uno que nunca se atrevería a jugar pinball- cuando mi hijo, Harry, fue reclutado en la Armada. Como su padre, me doy cuenta de que Harry no nació ayer, pero cada vez que lo miro, juro que todo pasó en alguna fecha temprana del año pasado. Por eso me gusta decir que la Armada estaba recibiendo otro Bobby Pettit.

En 1917 Bobby Pettit vistió el mismo traje que a Harry le queda tan bien. Pettit era un flacuchento chico de Crosby, Vermont, pueblo que queda en los Estados Unidos también. Algunos de los chicos de la compañía decían que Pettit había pasado sus años de infancia dejando que el jarabe de Arce de Vermont llenara lentamente su cabeza.

Además en ésa compañía, allá por 1917, estaba el Sargento Grogan. Los chicos tenían todo tipo de ideas acerca del origen del Sargento: buena persona, digno de confianza, incalificable. Todas ideas que no merecen ser repetidas.

Bueno, en el primer día de Pettit en las barracas, el Sargento enseñó la instrucción al pelotón sobre el manual de armas. Pettit tenía una ingeniosa y original manera de sostener su rifle. Cuando el Sargento gritó “¡Armas al hombro derecho!” Bobby Pettit cambió a su hombro izquierdo. Cuando el Sargento solicitó “¡Porten armas!” Pettit cumplió con presentar su arma. Era una manera bastante segura de atraer la atención del Sargento, por lo que él se acercó a Pettit sonriendo.

“Bueno, chiquillo estúpido”, recibió el Sargento, “¿cuál es tu problema?”
Pettit rió. “De vez en cuando me confundo”, explicó fugazmente.
“¿Cómo te llamas?”, preguntó el Sargento.

“Bobby. Bobby Pettit.”
“Bueno, Bobby Pettit”, dijo el Sargento, “Te llamaré solamente Bobby. Siempre les digo a mis reclutas por su nombre. Y ellos me llaman mamá. Igual como si estuvieran en casa”.

“Oh”, dijo Pettit.
Luego el Sargento se dio unos pasos atrás. Todo alboroto tiene dos finales; uno iluminado y uno rodeado con dinamita.

“Escucha, Pettit”, vociferó el Sargento. “Esto no es para pasar al quinto grado. Estás en la Armada, chico estúpido. Se supone que sabes que no tienes dos hombros derechos y que portar armas no es lo mismo que presentar armas. ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?”
“Señor, juró que me acostumbré”, predicó Pettit.

AL día siguiente teníamos que practicar montando las tiendas de campañas y empacando provisiones en nuestras mochilas. Cuando el Inspector se acercó a ver, se dio cuenta que Pettit no se había molestado en martillar los ganchos de la tienda de campaña debajo de la superficie de la tierra. Observando el sutil defecto, el Sargento, con una vara en su mano, hizo colapsar enteramente las pequeñas lonas que formaban la campaña de Bobby Pettit.

“Pettit”, clamó el Sargento. “Tú eres… sin ninguna duda… el más imbécil… el más estúpido… el más torpe recluta que he visto. ¿Estás loco, Pettit? ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?

Pettit dijo, “Lograré acostumbrarme”.

Luego todos empacaron sus mochilas. Pettit empacó la suya como un veterano, justamente como uno de los Chicos de Azul. El Sargento se acercó para inspeccionar a los reclutas. Solía pasar por detrás de los traseros de ellos, y con una vara pequeña, golpeaba la espalda de la mochila de cada uno de sus “hijos”.

Se acercó a la mochila de Pettit. Me reservaré algunos detalles. Sólo diré que todo se desparramó excepto los últimos cinco segmentos de la columna vertebral de Pettit. Fue un sonido enfermante. El Sargento se acercó para enfrentar a Pettit, o lo que quedaba de él.

“Pettit. Conocí un montón de tipos estúpidos en mis tiempos”, dijo el Sargento. “Montones. Pero tú, Pettit, tú eres el maestro de tu propia clase. ¡Porque eres el más estúpido!”

Pettit se paró desequilibradamente.
“Señor, me acostumbraré”, dijo.

EL primer día de la práctica de tiro, seis hombres en posición de postramiento, dispararon al mismo tiempo a seis blancos. El Sargento pasó de un lado al otro, examinando las posiciones de fuego.

“Pettit. ¿Por cuál ojo estás mirando?”

“No sé”, dijo Pettit, “El izquierdo, supongo”

“¡Tienes que mirar a través del derecho!”, vociferó el Sargento. “Pettit, te estás llevando veinte años de mi vida. ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?”.

Eso fue poco. Cuando, después de que todos los hombres habían disparado, y los blancos se estaban enrollando, hubo una sorpresa para todos. Pettit le había disparado todos sus tiros al blanco del tipo que estaba a su derecha.
El Sargento casi tuvo un ataque al corazón. “Pettit”, dijo, “no tienes espacio en la Armada. Tienes seis pies. Tienes seis manos. ¡Pero todos sólo tienen dos!”

“Me acostumbraré”, dijo Pettit.

“No me digas eso de nuevo. O te mato. Te juro que te mato, Pettit. Porque te odio, Pettit. ¿Me oyes? ¡TE ODIO!”

“¿No bromea?”, dijo Pettit.

“Ninguna broma acá”, le dijo el Sargento.

“Señor, me acostumbraré”, dijo Pettit, “Verá. No bromeo. Me gusta la Armada. Algún día seré coronel o algo por el estilo. No bromeo”.

NATURALMENTE no le dije a nuestra esposa que nuestro hijo, Harry, me recuerda al Bob Pettit de 1917. Pero sin embargo, todavía él me lo trae a mente. De hecho, el chico está teniendo problemas con su Sargento en el Fuerte Iroquois. Parece, según mi esposa, que el Fuerte Iroquois posee uno de los más mandones, duros, y severos Sargentos del país. No hay necesidad, dice mi esposa, en ser duro con los chicos. No es que Harry se haya quejado. A él le gusta la Armada, pero le cuesta bastante satisfacer a ese terrible primer Sargento que le tocó. Sólo porque no ha logrado acostumbrarse.

Y el Coronel de su regimiento. Él no es ayuda para nada, siente mi esposa. Todo lo que hace es caminar alrededor y dárselas de importante. Un Coronel debería ayudar a los chicos, no como ese regañadientes Primer Sargento que no les saca provecho, sólo les destruye sus espíritus. Un Coronel, asegura mi esposa, debería hacer más que sólo caminar por los alrededores.

Bueno, hace unos cuantos sábados atrás los chicos del Fort Iroquois realizaron su primera parada militar. Mi esposa y yo estuvimos ahí en las primeras filas, y con un aullido que casi me voló el sombrero, ella alentó a nuestro Harry mientras marchaba.

“Ha perdido el paso”, le dije a mi esposa.

“Oh, no seas así”, dijo ella.

“Pero está fuera del paso de los demás reclutas”, dije. “Se supone que eso es un crimen. Supongo que le tendrían que disparar por eso. Ahora volvió a retomar el paso. Sólo lo perdió por un minuto”.
Luego, cuando el Himno Nacional estaba siendo tocado, los reclutas estaban parados con sus rifles para presentar armas. A uno de ellos se le cayó al suelo, lo que provocó un estrepitoso sonido en el campo.

“Ese fue Harry”, dije.

“Le pudo haber pasado a cualquiera”, respondió mi esposa. “Mantente callado”
Más tarde, cuando la parada militar acabó y los soldados se habían desparramado, el Primer Sargento Grogan vino a saludar. “Cómo le va, Señora Pettit”
“Bien, gracias”, dijo mi esposa, un poco fría.

“¿Cree que haya alguna esperanza para nuestro chico, Sargento?”, pregunté.
El Sargento sonrió abiertamente y movió su cabeza. “Ni una oportunidad”, dijo. “Ni una oportunidad, Coronel”.


Aquí, el texto en su original en inglés.

Imagen vía: La Vanguardia

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 5:34 p. m. | Enlaces | 2 comentarios |

Los primeros dos Whiskys

domingo, junio 14, 2009

Gracias a la cortesía de un link en facebook de Roger Michelena, he descubierto una entrevista de Enza Verduchi a Alejandro Rossi, uno de los mejores escritores en lengua castellana de todo el siglo XX, quien acaba de partir justo hace unos pocos días.

La entrevista se titula con el bello nombre de La felicidad es una frivolidad de la memoria, y fue realizada en el ya cada vez más lejano año de 1994, justo en el momento en que Rossi editaba su antología narrativa Diario de Guerra (es de prever que se trató, con casi total seguridad, de una entrevista alentada por la editorial debido a la aparición del libro).

Rossi no parece haber sido una persona particularmente distante, como lo ilustra esta anecdota de un breve intercambio epistolar; sin embargo, fue lo suficientemente discreto como para no dejar ver los detalles que, por algún motivo estético o meramente privado, decidió dejar fuera del universo cerrado de sus textos.

Es por eso que tiene algo de agradable descubrimiento groupi el toparse con una inteligente apología del whisky justo al final de la entrevista de Verduchi. La parte que viene a cuento, dice así:

Para terminar, ¿qué piensa del whisky?

¡Caramba, al fin me hace usted una pregunta que me puedo responder inequívocamente! El whisky, señora, es la mejor bebida del mundo. Es una medicina disfrazada de bebida alcohólica. Posee maravillosas virtudes terapéuticas. Pregúntele usted a cualquier médico. Baja la presión, es vasodilatador y mil cosas más. Eso desde una visión mezquinamente fisiológica. Desde una más espiritual le hablaría en particular de los primeros dos whiskys, cuando se produce esa leve distancia con la realidad. Estamos en perfecto control, pero los objetos se han alejado unos metros y los contemplamos con nítidez de dibujante. Ya no exigen decisiones, respuestas, actitudes, sino que, repito, los contemplamos. Un momento maravilloso. ¿Sabe usted a qué se parece? A quitarse una camisa sucia y lavarse las manos. Lamentablemente somos víctimas de nuestra biología, de nuestra resistencia, de nuestro hígado y, en mi caso —me ampara una larga experiencia para afirmarlo—, advierto que el tercer whisky empieza a modificar la situación y da paso a un tono polémico y guerrero. Hasta el segundo soy una persona que puede pasar por serena y hasta agradable. Me encanta tomarlo solo y alcanzar esos instantes de paz y de objetividad. Sí, quitarse la camisa sucia de las horas torcidas y mojarse las manos con unas gotas de agua de colonia 4711, la auténtica, por supuesto. Ahí me introduzco en los terrenos de la felicidad. Mi consejo es comenzar a beber en México, a partir de las ocho de la noche. Mi abuelo materno, gran aficionado al whisky, notable especialista, solía aconsejarme: “Nunca bebas whisky antes de las siete de la noche”.

¿Dónde ha disfrutado más un whisky?

En mi casa, o en mi estudio, o en uno de esos bares que casi no existen en México, bares de ruidos silenciosos, tintineos, que tanto le gustaban a Chandler. Bendigo al inventor del whisky, me parece increíble que hayan sido los escoceses.

¿Por qué?

Me parece tan lejano un escocés. Pero me equivoco, los escoceses son un pueblo admirable que ha producido gente fantástica, pensemos simplemente en Hume. Una nación que ha producido el whisky y Hume es sin duda excepcional.

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 10:58 p. m. | Enlaces | 2 comentarios |

Oficio de Lectores: más presentación

miércoles, junio 10, 2009


(Pulsar imagen para agrandar)

Vía: El Universal, Viernes 29 de Mayo, 2009

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 5:41 a. m. | Enlaces | 0 comentarios |

La literatura, como se sabe, está en todas partes

martes, junio 09, 2009

Siempre me ha parecido que la web es, ni más ni menos, una representación punto a punto de esta otra realidad en la que vivimos (sea lo que sea lo que eso signifique). Allí están plasmadas nuestras tragedias, nuestros registros más ruines, pero también hay algo de nuestras más esperanzadoras imaginaciones, nuestros sueños, algo de eso que nos hace buenos.

Poco importanta que las mayores búsquedas de contenidos en internet correspondan a temas más bien taxativamente guarros y poco creativos. Lo mismo pasa, simétricamente, en nuestros pensamientos, en nuestros rituales domingueros a la hora del periódico, en la mente de Leopold y Molly Bloom en aquél remoto Dublin. En todo.

Es por eso que uno siempre termina por alegrarse cuando se encuentra con alguna bella sorpresa en ambos lugares, independientemente de las noticias anodidas, de las repeticiones del ruido. La sorpresa que le da sentido a esta historia es así: anoche, al llegar a casa después de un día agitado (it´s been a hard day´s night sonaba una y otra vez en unos audífonos imaginados), me encontré con que mi hija de dos años y medio dormía un sueño sereno, distante, vagamente mágico, derrumbada sobre su cuna con sábanas de princesas, con los brazos regordetes abiertos, el cabello despeinado, el gesto distendido de quienes visitan mundos lejanos y lo contemplan todo con fascinación y en silencio. Al mirarla, pensé en un poema del maestro Eugenio Montejo, pensé en un cuento que alguna vez yo mismo le escribí a ella, pensé en otros pensamientos que he tenido en otros momentos al verla abandonada en el estanque plácido del sueño. Fue, justo por eso, que al abrir mis correos y visitar mi cuenta de facebook, al filo de la media noche, terminé por escribir esta frase en el estatus sin saber muy bien por qué:

mira a su hija dormir y se pregunta de qué imágines, de qué tramas estarán hechos los sueños de una niñita de dos años y medio

Hoy, durante el día, además de unos cuantos mensajes simpáticos de varios amigos repartidos por diferentes partes del mundo, me encuentro con esta belleza escrita por mi comadre Natalia Hernández, una de mis personas favoritas, tomando nota de lo dicho por esa otra persona favorita que es Sofía, su hija y mi ahijada. Natalia me escribe esto desde Alicante:

Tu ahijada, que lee tu mensaje mientras reviso mi correo, responde:
1.-"que va nadando por el fondo del mar y ve peces"
2.-"que va bailando por su casa con un flan (quesillo en España) en la cabeza"

Al menos ya sabemos cuales son las tramas de una niñita de 6 años y medio, jejejeje.

Esa historia (ese regalo), desde luego, termina por dibujarme una sonrisa que me ha durado el resto del día. La literatura está en todas partes, pienso, mientras siento que al mismo tiempo, algo hermoso ablanda si quiera un poco este objeto que cruje allá afuera, en la noche oscura, y que llamamos Caracas.

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 10:57 p. m. | Enlaces | 4 comentarios |

Alejandro Rossi passed away

sábado, junio 06, 2009


Se fue Rossi. No es, no tiene por qué ser una sorpresa. Nació en Florencia, en el año de 1932. Tenía 77 años. Era un sujeto lúcido, irreverente, brillante. Un escritor obsesivo, con un registro en prosa casi perfecto. No era un inmortal. Era, aunque pocos lo supiésemos, uno de los mejores escritores en castellano de todo el siglo XX.

Fantaseo que, a diferencia del viejito Benedetti, cuya muerte activó la voz de tantos malos poetas que le confirieron el dudoso honor de ser su referente, todos aquellos que en verdad nos sentimos deudores literarios de Alejandro Rossi no incurriremos así no más en la fácil cursilería, en el culto a la necrofilia simplona, en el amor ineficiente por el sollozo.

La muerte es siempre algo poco elegante. La muerte es, salvo contadas excepciones, una fea noticia. Sin embargo, consuela pensar que, en su caso, es casi irrelevante que, en medio de una obra pequeña y decisiva, el recorrido de Rossi deba precisar el día 6 de junio como colofón de su viaje minucioso y alucinado por el mundo.

Rossi deja una obra filosófica compleja y elegante, como él mismo. Deja uno de los mejores libros en prosa que se han escrito en nuestro idioma. Un libro sobrio, potente, minucioso, susurrante. Posiblemente una de las obras literarias de más dificil clasificación en castellano: El Manual del Distraído.

Apenas me parece razonable apuntar que, en las tantas horas en las que me he sumergido en el placer y el temor de componer una página, han sido muchas las veces en las que el recuerdo de Rossi me ha asaltado como un hado silente. Estoy seguro que esta noticia de hoy no alterará sustancialmente ese hecho que corresponde, como es debido, a la privacidad de los buenos afectos.

Imagen vía: Letras Libres

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 1:42 p. m. | Enlaces | 4 comentarios |

Un problema de estadísticas

jueves, junio 04, 2009


El teniente coronel Hugo Chávez está preocupado. Teme que lo maten.

La historia, como es más o menos razonable esperar, es recibida con suspicacia. Incluso con humor. Al teniente coronel Hugo Chávez lo andan matando cada vez que su popularidad cae unos cuantos puntos. Como Castro, cuyas amenazas de magnicidio son un capítulo de la historia universal de la demagogia, el teniente coronel Hugo Chávez ha denunciado tantos planes sin culpables, tantas certezas de muerte, que los venezolanos nos hemos ido acostumbrando a leer detrás de esas señales terribles un signo de puntuación más dentro de este experimento militarista, simplón y vagamente fastidioso que es la neolengua bolivariana.

Chávez, sin embargo, no está solo.

En JorgeLetralia, el Comrade George Letralia narra esta historia conmovedora, triste, adolorida dentro de esa cosa horrible en la que nos vamos convirtiendo. Es así:

Hace un rato me llamaron para avisarme que Mili murió.

Mili y yo compartimos aulas en el liceo y después nos perdimos la pista. Nos encontramos más de diez años después, por casualidad, y después de eso nos vimos con alguna frecuencia en diversas circunstancias. Era una persona alegre y descomplicada, y una profesional estable con su propia oficina en el centro de Cagua. Una morena alta, bella y sonriente cuya amistad franca me honró, y a quien le tuve mucho cariño.

Una noche, después de visitar a su mamá, Mili emprendió en su carro el camino a su casa. Fue interceptada por dos hombres jóvenes encaramados en una moto que hicieron disparos de televisión: dos en el pecho y uno en la cabeza. Sus dos hijos, que la acompañaban, también fueron alcanzados por las balas. Más tarde, su hija menor contó que tras la masacre los hombres se acercaron y vieron el rostro ensangrentado de Mili. Entonces uno de ellos le dijo al otro: “¡Marico, nos equivocamos, esta no era!”. Y huyeron a toda velocidad.

Mili nunca recuperó el conocimiento. Pasó meses en cama, hasta hoy.

La historia es, sin embargo, la historia cotidiana.

En el post de Jorge, una blogger llamada Naky deja este conmovedor comentario:

De la gente con la que hice vida parroquial en mi adolescencia, ya han asesinado a 18, todos ellos de barrios de Petare Norte. Así perdí el año pasado a otro amigo de mi infancia, en Cumaná, saliendo de la casa con sus dos nenitas, le abalearon, se acercaron y gritaron: ¡coño, no es él!, ¡corre, no es él!

Y me duele leerte, me duele el acierto de tus afirmaciones (desde mi perspectiva), más aún cuando le he dedicado tanto tiempo de mi vida laboral al trabajo con y en comunidades populares, en una apuesta de ciudadanía y civilidad. En el fondo, nadie me saca del hipotálamo que los buenos somos mayoría, una que no ha sido capaz de ponerse de acuerdo, de alzarse sobre sus miedos, de hacer de la protesta no un evento extraordinario que cierra calles y colapsa el tránsito, sino una protesta que incorpore nuestras propias soluciones potenciales a tanta deshumanización. Me duele que Mili, como Jesús mi amigo, sean estadísticas, porcentajes, narraciones que quizás y a fuerza de acertados tags lleguen a otros, pero no aleccionen a nadie…

Cuando leo esto, entonces no me queda sino pensar que el terror del teniente coronel Hugo Chávez se intersecta de forma sorpresiva con el temor del resto de los venezolanos. Chávez no está solo. Chávez no es el único que teme que lo maten. Chávez no es el único que corre peligro.

En el fondo, apenas si su simulado horror, por un instante, perversamente hasta nos representa.


Imagen vía: soloenvenezuela

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 8:16 p. m. | Enlaces | 2 comentarios |

Oficio de Lectores: lectura recomendada, revista Eme


(Pulsar sobre la imagen para ampliar)

Vía: Revista Eme, El Nacional, jueves 04 de junio, 2009

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 4:21 p. m. | Enlaces | 0 comentarios |

Oficio de Lectores en Radio Relectura

martes, junio 02, 2009



Hoy, a las 8.00 pm, Pedro Enrique Rodríguez y Rodrigo Coll, detectives literarios, estarán conversando en el dial de la 97.7 FM con Luis Yslas y Rodrigo Blanco Calderón en el programa Radial de Relectura, con la excusa que da la reciente publicación de Oficio de Lectores, libro en cuya escritura tuvieron algo que ver.

Los esperamos de aquél lado de las ondas hertzianas.

ACTUALIZACIÓN:
martes, Junio 03, 2009

Un agradecimiento a los panas Luis Yslas y Rodrigo Blanco por la invitación y, sobre todo, por la oportunidad de esa grata conversación.

En pocos días estará disponible el link a la conversación, para aquellos que no tuvieron la oportunidad de escucharla.

Imagen vía: xataka.com

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 5:59 p. m. | Enlaces | 0 comentarios |

cibermovilización

lunes, junio 01, 2009

Se dice que hoy lunes 01 de junio es el día convocado para una cibermovilización a favor de las libertades civiles en Cuba. La cosa, sin embargo, más que una acción contundente, no deja de tener ese ámbito de desorden y complicación de quienes, después de todo, tienen las cosas complicadas.

Respecto a eso, la blogger Yoani Sánchez, de Generación Y, comenta el tema en un post inteligentemente titulado nada de pelotones ni grupos compactos. Dice así:

Por eso, cuando leí el llamado a una cibermovilización que afirmaba haber “sido convocada por varios blogs y webs cubanos”, me sorprendió que la noticia no se supiera entre los radicados en territorio nacional. Una idea así debió ser –al menos- consensuada o discutida con esa parte frágil y variada que somos los que escribimos desde la Isla. Quizás el llamamiento se hubiera visto enriquecido, entonces, con otras demandas o con un orden diferente de prioridades.

No obstante, coincido en la necesidad de alcanzar los tres pedidos que sugieren quienes echaron a rodar la convocatoria. Como toda práctica tiene su comienzo, confío en que la próxima cibermovilización esté mejor organizada, haya sido consultada con los posibles participantes y sobre todo, que contenga ese margen de libertad y creatividad que es inherente al espíritu blogger

Así es: del modo que sea, la propuesta tiene un fondo de la más elemental justicia. Aquí va esta imagen con las tres libertades que hoy están promoviendo los bloggers cubanos y que sólo es posible perder cuando se vive en dictadura:



Imagen vía: Generación Y

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 12:02 a. m. | Enlaces | 0 comentarios |