Un problema de estadísticas
jueves, junio 04, 2009
El teniente coronel Hugo Chávez está preocupado. Teme que lo maten.
La historia, como es más o menos razonable esperar, es recibida con suspicacia. Incluso con humor. Al teniente coronel Hugo Chávez lo andan matando cada vez que su popularidad cae unos cuantos puntos. Como Castro, cuyas amenazas de magnicidio son un capítulo de la historia universal de la demagogia, el teniente coronel Hugo Chávez ha denunciado tantos planes sin culpables, tantas certezas de muerte, que los venezolanos nos hemos ido acostumbrando a leer detrás de esas señales terribles un signo de puntuación más dentro de este experimento militarista, simplón y vagamente fastidioso que es la neolengua bolivariana.
Chávez, sin embargo, no está solo.
En JorgeLetralia, el Comrade George Letralia narra esta historia conmovedora, triste, adolorida dentro de esa cosa horrible en la que nos vamos convirtiendo. Es así:
Hace un rato me llamaron para avisarme que Mili murió.
Mili y yo compartimos aulas en el liceo y después nos perdimos la pista. Nos encontramos más de diez años después, por casualidad, y después de eso nos vimos con alguna frecuencia en diversas circunstancias. Era una persona alegre y descomplicada, y una profesional estable con su propia oficina en el centro de Cagua. Una morena alta, bella y sonriente cuya amistad franca me honró, y a quien le tuve mucho cariño.
Una noche, después de visitar a su mamá, Mili emprendió en su carro el camino a su casa. Fue interceptada por dos hombres jóvenes encaramados en una moto que hicieron disparos de televisión: dos en el pecho y uno en la cabeza. Sus dos hijos, que la acompañaban, también fueron alcanzados por las balas. Más tarde, su hija menor contó que tras la masacre los hombres se acercaron y vieron el rostro ensangrentado de Mili. Entonces uno de ellos le dijo al otro: “¡Marico, nos equivocamos, esta no era!”. Y huyeron a toda velocidad.
Mili nunca recuperó el conocimiento. Pasó meses en cama, hasta hoy.
La historia es, sin embargo, la historia cotidiana.
En el post de Jorge, una blogger llamada Naky deja este conmovedor comentario:
De la gente con la que hice vida parroquial en mi adolescencia, ya han asesinado a 18, todos ellos de barrios de Petare Norte. Así perdí el año pasado a otro amigo de mi infancia, en Cumaná, saliendo de la casa con sus dos nenitas, le abalearon, se acercaron y gritaron: ¡coño, no es él!, ¡corre, no es él!
Y me duele leerte, me duele el acierto de tus afirmaciones (desde mi perspectiva), más aún cuando le he dedicado tanto tiempo de mi vida laboral al trabajo con y en comunidades populares, en una apuesta de ciudadanía y civilidad. En el fondo, nadie me saca del hipotálamo que los buenos somos mayoría, una que no ha sido capaz de ponerse de acuerdo, de alzarse sobre sus miedos, de hacer de la protesta no un evento extraordinario que cierra calles y colapsa el tránsito, sino una protesta que incorpore nuestras propias soluciones potenciales a tanta deshumanización. Me duele que Mili, como Jesús mi amigo, sean estadísticas, porcentajes, narraciones que quizás y a fuerza de acertados tags lleguen a otros, pero no aleccionen a nadie…
Cuando leo esto, entonces no me queda sino pensar que el terror del teniente coronel Hugo Chávez se intersecta de forma sorpresiva con el temor del resto de los venezolanos. Chávez no está solo. Chávez no es el único que teme que lo maten. Chávez no es el único que corre peligro.
En el fondo, apenas si su simulado horror, por un instante, perversamente hasta nos representa.
Imagen vía: soloenvenezuela
Etiquetas: Algo Huele Mal En Dinamarca
2 Comments:
commented by Vinz, junio 05, 2009 6:33 a. m.
Vicente: así parece ser. El payaso que mejor simule tus sueños más recónditos, gana.
Te mando un abrazo.
Te mando un abrazo.
commented by junio 05, 2009 12:55 p. m.
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Por allí va una de mis nuevas inquietudes.
Saludos, el post de Jorge L., está rudísimo, de lo más crudo, vivo y humano que he leído últimamente.