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Argonáuticas 2.0

Detectivismo Literario

Saunders

lunes, septiembre 29, 2008

Me encantaría que esta frase atribuida a George Saunders en El Mundo de España no fuese apócrifa. Dice así:


Trabajo de forma poco eficiente, con herramientas imperfectas, en un medio que no puedo comprender por falta de preparación.

¿Acaso no suena conocido?

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 3:13 p. m. | Enlaces | 0 comentarios |

Veredicto

martes, septiembre 23, 2008


Reunido en Caracas, el 12 de septiembre de 2008, luego de revisar las obras presentadas, el Jurado designado por la Fundación para la Cultura Urbana para fallar el Concurso Anual Transgenérico, decide:

Único: Se otorga el Premio correspondiente a 2008 a la obra Oficio de Lectores suscrita con el seudónimo Rodrigo Coll por su autor Pedro Enrique Rodríguez, cuya mirada culta e inteligente analiza, especula, narra y crea, ofreciéndonos una propuesta novedosa en la literatura venezolana, especialmente interesante por su singularidad y contemporaneidad.

Ramón Guillermo Aveledo
Ana Teresa Torres
Miguel Osío zamora


Más información:

Fundación para la Cultura Urbana
Ficción Breve Venezolana
Arte en la red

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 3:13 p. m. | Enlaces | 10 comentarios |

Hay Bisontes (II)

lunes, septiembre 15, 2008



Me estoy leyendo La Huella del Bisonte, de Héctor Torres.

Tengo al menos dos motivos importantes para pasearme por sus páginas con una sensación grata y reconfortante. La primera es porque el libro es, sin duda alguna, una novela sólida y delicadamente lograda. La segunda es porque Héctor es un querido amigo y es siempre un regalo de la vida leer cosas buenas escritas por los buenos amigos.

Daniel Pratt, mi alto pana y compadre, ha dicho ya, al respecto de la novela de Héctor este tubo de párrafo:

Las reseñas que he leído sustentan la teoría de que La Huella es una novela erótica. Aunque vende, esa afirmación no es del todo exacta. Tampoco se trata de una exploración sobre la raison d’être de las pinturas rupestres, los límites de la tentación, o el poder infinito de las mujeres. Lo que si es exacto es que la ilación de situaciones, la precisa colocación de ciertos capítulos clave, y esas sentencias lapidarias, hacen de La Huella del Bisonte la mejor novela que he leído en el último año.

La idea del Pratt es exacta. Héctor logró construir una novela que si bien tiene la bondad de permitir alguna clasificación vagamente cómoda, en realidad tiene su más alto valor en el oficio de su construcción y en la astuta habilidad de Héctor para evadir el arsenal de los tópicos y las permutaciones.

Respecto a eso, Oscar Marcano logró rescatar algunos de los felices antecedentes de esta historia. Entre otras cosas, Marcano dejó dicho lo siguiente:


El tema tiene antecedentes. El más palmario es Lolita, la novela de Nabokov, escrita en 1955, que debe su furor al film de Stanley Kubrick, realizado en 1962. A partir de éste Lolita se ha convertido en el término usado para referirse a las chicas adolescentes consideradas muy seductoras, especialmente si son menores de edad.

Hay otros ejemplos significativos: está la Mildred, la vulgar Mildred amante de Philip Carey en La servidumbre humana, de 1915, escrita por William Somerset Maugham. Una de las novelas más importantes de la primera parte del siglo XX, donde se explota no la pedofilia porque Mildred no es tan joven, sino el rápido proceso de decadencia y sometimiento del amante masculino, en este caso un joven estudiante con un defecto en un pie, eternizado también por Leslie Howard subyugado por la inefable Bette Davis en el film homónimo de 1934.

Se cuenta también El profesor Unrat, novela de 1905, del autor alemán Heinrich Mann (hermano de Thomas Mann), mundialmente conocida por haber sido llevada al cine en la cinta El ángel azul (1930) del legendario Josef von Sternberg, donde un viejo prudente y autoritario, representante de la pequeña burguesía alemana se deshilacha y torna sumiso hasta la humillación, por el encanto que sobre él ejerce Lola Lola, una cabaretera de formas perfectas y mirada de miel, interpretada por Marlene Dietrich, y que representa ya el salto de la Lolita a la femme fatal. Muchos se preguntan si no fue de ahí de donde extrajo Nabokov el nombre para su enfant terrible.

Aún así, pese a esos antecedentes cargados de notoriedad, Héctor logra construir una trama en la que, si no me equivoco, casi es perceptible la voz del mismo Héctor contando una historia con precisión y amor por el detalle en la barra de algún bar. Ese logro no es decir poco.

Pienso que apenas valdría la pena señalar un detalle que voy descubriendo a medida que me surmergo en su ejecución: el gesto de descubrir una ciudad, Caracas, el gesto de encontrar reflejada en ella detalles significativos de esa cosa que somos, que hemos sido, que vamos siendo, sin el fragor extenuado de los malos textos de antropología. O lo que es lo mismo: descubrir que La Huella del Bisonte de Héctor Torres es, además de muchas cosas, una lúcida fotografía a tres o cuatro mitos de nuestra propia identidad descritos con desesperada elegancia.

-Pedro Enrique Rodríguez

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 2:47 p. m. | Enlaces | 3 comentarios |

Como cuando cruza un navío delante de los acantilados

martes, septiembre 09, 2008


Yo espero una bengala de aviso
tantas veces he escrito la clave en un papel
la he grabado sobre un grano de arena
con la fuerza del hambre
iluminado por un haz de luz
como cuando cruza un navío delante de los acantilados
o se incendia de repente la carpa del circo
en la noche oscura
cuando arrojan a las tribus antiguas
hacia las alamedas de yacimientos de hulla
y los tigres inclinados al borde de los estanques
electrizan con su piel
los menudos ojos de los peces
es así que yo espero un silbo de aviso
entre arroyos con mimbre
y la opulencia de una hilera de mesas de noche
yo te busco en todos los rincones
con una fogata
para alumbrar los vidrios
y ver las señales mágicas de tu vaho
cuando no te dejan cruzar el umbral del puente de mi río
o no me dejan seguir en los caminos
las líneas secretas de las rocas de tu valle.


Carlos Germán Belli. El aviso las señales

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 10:57 a. m. | Enlaces | 0 comentarios |

Cheever y la desolación

jueves, septiembre 04, 2008

Saltando de un lugar a otro me encuentro con una página: John Cheever Web. La página se presenta en español.

Allí, se puede leer esta desolada belleza de texto:


-¿Qué pasa, querida? -pregunté.

-Tengo esa terrible sensación de que soy un personaje, en una comedia de televisión -dijo-. Quiero decir que mi aspecto es agradable, estoy bien vestida, tengo hijos atractivos y alegres, pero experimento esa terrible sensación de que estoy en blanco y negro y de que cualquiera me puede apagar. Es sólo eso, que tengo esa terrible sensación de que me pueden borrar. -Mi esposa a menudo está triste porque su tristeza no es una tristeza triste, y dolida porque su dolor no es un dolor aplastante. Le pesa que su pesar no sea un pesar agudo, y cuando le explico que su pesar acerca de los defectos de su pesar puede ser un matiz diferente del espectro del sufrimiento humano, eso no la consuela. Oh, a veces me asalta la idea de dejarla. Puedo concebir una vida sin ella y los niños, puedo arreglarme sin la compañía de mis amigos, pero no soporto la idea de abandonar mis prados y mis jardines. No podría separarme de las puertas del porche, las que yo reparé y pinté, no puedo divorciarme de la sinuosa pared de ladrillos que levanté entre la puerta lateral y el rosal; y así, aunque mis cadenas están hechas de césped y pintura doméstica, me sujetarán hasta el día de mi muerte. Pero en ese momento agradecía a mi esposa lo que acababa de decir, su afirmación de que los aspectos externos de su vida tenían carácter de sueño. Las energías liberadas de la imaginación habían creado el supermercado, la víbora y la nota en la caja de pomada. Comparados con ellos, mis ensueños más desordenados tenían la literalidad de la doble contabilidad. Me complacía pensar que nuestra vida exterior tiene el carácter de un sueño y que en nuestros sueños hallamos las virtudes del conservadurismo. Después, entré en la casa, donde descubrí a la mujer de la limpieza fumando un cigarrillo egipcio robado y armando las cartas rotas que había encontrado en el canasto de los papeles.

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 12:41 p. m. | Enlaces | 2 comentarios |

Carver en la duda

lunes, septiembre 01, 2008

En 2007, bajo Primary Sources, The New Yorker editó algunas cartas de Raymond Carver a su editor, Gordon J. Lish. Hay de todo.

Cosas del tipo:

Well, as it happens I do have a few stories on hand, and I’m sending them along within the next day or two. I hope you can find something you like.

A comentarios tan depresivamente carverianos como este:

Now, I’m incomparably better, I have my health back, money in the bank, the right woman for this time of my life, a decent job, blah blah.


Una selección de esos textos se puede leer aquí

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 4:25 p. m. | Enlaces | 4 comentarios |