Exposiciones Espontáneas (11)
miércoles, agosto 18, 2010
Título: Piscina
Autor: Pedro Enrique Rodríguez
De la colección: Swimming Pool
Vía: argonáuticas
Etiquetas: Exposiciones Espontáneas
Inmigrantes
domingo, agosto 15, 2010
Hay algo extraño con el paso del tiempo en internet. A uno (a mí mismo, en todo caso) se le hace dificil hacerlo encajar con el modo en que ha aprendido a lidiar con las nostalgias, con la delicada estética de reconstruir con calma y silencio el leve encanto de todo aquello que ha pasado. En el fondo, debe tener algo que ver con la versión inversa de ese neologismo que alguna vez propuso Douglas Coupland en su Generation X, ultra short-term nostalgia, y que definió así:
Después de todo, si los contenidos pasan tan rápido, si el ritmo de la vida es tan acelerado, ¿entonces qué demonios se supone que podemos hacer con los objetos repetitivos del pasado?
Hace un tiempo, y gracias a un comentario de José Gregorio de Llano, director del centro de estudios en línea de la Universidad Católica, recién me enteré de la existencia de las taxonomías de nativos digitales e inmigrantes digitales, tal como lo han popularizado autores como Marc Prensky.
Allí, en parte, podría estar una explicación plausible del problema. Somos inmigrantes. La migración ocurre aquí, justo en este lugar de palabras sostenidas en el brillo desteñido de una pantalla. En ese desconcierto.
Aunque no lo queramos, los ceremoniales internáuticos, así como sus tiempos y sus mitologías, incluyen variaciones que necesariamente rebasan nuestra herencia analógica.
Juan Villoro parece entenderlo así cuando dice,en un reportaje reciente:
Siempre estamos rompiendo con algo. Ha sido así siempre. Será así en el futuro. Lo único es que, para ser sinceros, jamás habíamos logrado desarrollar esta capacidad para romper las cosas tan rápido.
El mismo Villoro dice algunas otras cosas en su artículo que siguen teniendo que ver con todo este asunto de cómo nos adaptamos a esta nueva edad digital. O mejor: de qué forma intentamos metamorfosearnos con la imagen dominante del tiempo digital. Una de las cosas más interesantes es esta reflexión sobre el oficio periodístico:
Se entiende la confusión: esos diarios se comportan con la torpeza, con la vana e idealizada ilusión de los recién llegados, de los inmigrantes grandes, pesados, vagamente tímidos que intentan apropiarse con gesto titubeante de un lugar, un acento, un espacio que han imaginado desde sus oscuras buhardillas, desde el camarote caliente de un barco que los trajo desde la nada.
El caso es que, en la práctica, es preciso reconocer que ya ha pasado demasiado tiempo desde que Mahir Çağrı lanzó al mundo su famosa frase: This is my page ....... WELCOME TO MY HOME PAGE !!!!!!!!! I KISS YOU !!!!!, como saludo de su bizarra web personal (había perdido el vínculo, pero lo encontré al recordar esta otra frase desesperada al final de su página: "She can stay my home")
La página de Mahir lo convirtió en uno de los más importantes memes de todos los tiempos. (Además, en un antecesor obvio del Borat de Sacha Baron Cohen). Hoy, vista en perspectiva, también es un documento patético y divertido de un acto tan desesperado como el de tantos otros solitarios que se abrazaron a internet con un gesto de romántica candidez, con un principio de furia y hambre: el interés de un inmigrante digital, con la mitad del cuerpo metido en el Bósforo y la otra mitad intentando asomarse a esa ventana increíble que le permitiría (y, de hecho, le permitió) ser conocido por millones de personas en todo el planeta, pero que quizá significaba otra cosa, otro anhelo: una utopía final, un sueño definitivo.
En lo personal, todavía recuerdo el tiempo en el que me detenía horas enteras ante el servicio gopher que ofrecía mi universidad a principios de los años 90 y me quedaba allí, como quien mira una pecera, gastando la mirada en papers en blanco y negro, con letra de Atari que profesores silenciosos y aburridos colgaban desde sus máquinas en las tardes apacibles Washington, D.C y la larga noche de Copenhagen.
Uno constata que el tiempo ha pasado cuando mira que esas historias, esas pequeñas historias, se remontan a un pasado demasiado remoto. Hay algo triste y fascinante al pensar que, con el paso de los años, lo mucho o poco que quede de nuestros intentos por hacernos ciudadanos digitales tendrá, inevitablemente, algo de esa loca e ingenua ilusión de Mahir Çağrı en su página personal.
Homesickness for the extremely recent past: "God, things seemed so much better in the world last week."
Después de todo, si los contenidos pasan tan rápido, si el ritmo de la vida es tan acelerado, ¿entonces qué demonios se supone que podemos hacer con los objetos repetitivos del pasado?
Hace un tiempo, y gracias a un comentario de José Gregorio de Llano, director del centro de estudios en línea de la Universidad Católica, recién me enteré de la existencia de las taxonomías de nativos digitales e inmigrantes digitales, tal como lo han popularizado autores como Marc Prensky.
Allí, en parte, podría estar una explicación plausible del problema. Somos inmigrantes. La migración ocurre aquí, justo en este lugar de palabras sostenidas en el brillo desteñido de una pantalla. En ese desconcierto.
Aunque no lo queramos, los ceremoniales internáuticos, así como sus tiempos y sus mitologías, incluyen variaciones que necesariamente rebasan nuestra herencia analógica.
Juan Villoro parece entenderlo así cuando dice,en un reportaje reciente:
Internet ha traído numerosos cambios culturales. No vamos a demonizar aquí algo bueno e inevitable, como la lluvia o el teléfono, pero es un hecho que los inventos ponen nerviosa a la gente. La fotografía anunció el fin de la pintura, el cine el fin de la fotografía, la televisión el fin del cine y la computadora el fin de la televisión. El resultado suele ser el opuesto. Cada nueva tecnología prestigia a la anterior: el plástico ennoblece al vidrio, el vidrio al bronce y el bronce a la piedra.
Siempre estamos rompiendo con algo. Ha sido así siempre. Será así en el futuro. Lo único es que, para ser sinceros, jamás habíamos logrado desarrollar esta capacidad para romper las cosas tan rápido.
El mismo Villoro dice algunas otras cosas en su artículo que siguen teniendo que ver con todo este asunto de cómo nos adaptamos a esta nueva edad digital. O mejor: de qué forma intentamos metamorfosearnos con la imagen dominante del tiempo digital. Una de las cosas más interesantes es esta reflexión sobre el oficio periodístico:
Sin embargo, ante la galaxia Google, el periodismo impreso ha tenido un ataque de ansiedad. En vez de realzar sus recursos, imita los ajenos. Como la información en línea es muy solicitada, los periódicos tratan de parecer páginas web (menos letras, más imágenes, tips que simulan ser links...).
La reacción debería ser la contraria. Si en la pintura el abstraccionismo mostró lo que no puede hacer la fotografía, el periodismo impreso debería ofrecer lo que no funciona en la red: textos larguísimos para gente que conoce la calma. El periódico italiano La Reppublica es un buen ejemplo al respecto. Se lee al ritmo que impone el papel. Hace poco, uno de sus temas de portada fue la descripción de un beso. Es cierto que el autor era Orhan Pamuk, pero pocos diarios lo hubieran considerado digno de primera plana.
Se entiende la confusión: esos diarios se comportan con la torpeza, con la vana e idealizada ilusión de los recién llegados, de los inmigrantes grandes, pesados, vagamente tímidos que intentan apropiarse con gesto titubeante de un lugar, un acento, un espacio que han imaginado desde sus oscuras buhardillas, desde el camarote caliente de un barco que los trajo desde la nada.
El caso es que, en la práctica, es preciso reconocer que ya ha pasado demasiado tiempo desde que Mahir Çağrı lanzó al mundo su famosa frase: This is my page ....... WELCOME TO MY HOME PAGE !!!!!!!!! I KISS YOU !!!!!, como saludo de su bizarra web personal (había perdido el vínculo, pero lo encontré al recordar esta otra frase desesperada al final de su página: "She can stay my home")
La página de Mahir lo convirtió en uno de los más importantes memes de todos los tiempos. (Además, en un antecesor obvio del Borat de Sacha Baron Cohen). Hoy, vista en perspectiva, también es un documento patético y divertido de un acto tan desesperado como el de tantos otros solitarios que se abrazaron a internet con un gesto de romántica candidez, con un principio de furia y hambre: el interés de un inmigrante digital, con la mitad del cuerpo metido en el Bósforo y la otra mitad intentando asomarse a esa ventana increíble que le permitiría (y, de hecho, le permitió) ser conocido por millones de personas en todo el planeta, pero que quizá significaba otra cosa, otro anhelo: una utopía final, un sueño definitivo.
En lo personal, todavía recuerdo el tiempo en el que me detenía horas enteras ante el servicio gopher que ofrecía mi universidad a principios de los años 90 y me quedaba allí, como quien mira una pecera, gastando la mirada en papers en blanco y negro, con letra de Atari que profesores silenciosos y aburridos colgaban desde sus máquinas en las tardes apacibles Washington, D.C y la larga noche de Copenhagen.
Uno constata que el tiempo ha pasado cuando mira que esas historias, esas pequeñas historias, se remontan a un pasado demasiado remoto. Hay algo triste y fascinante al pensar que, con el paso de los años, lo mucho o poco que quede de nuestros intentos por hacernos ciudadanos digitales tendrá, inevitablemente, algo de esa loca e ingenua ilusión de Mahir Çağrı en su página personal.
Etiquetas: En Bicicleta Por El Vecindario