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Argonáuticas 2.0

Detectivismo Literario

Tamagochi

martes, febrero 07, 2006

Tengo gripe. Un virus.

Alguien me explica que, quizá, pueda ser un rotavirus: un virus que aparece y desaparece, que da señales de declinar el sábado para emerger, sobrio, impetuoso, el lunes por la tarde. Un alienígena que convierte en un martes de febrero en Caracas en un día de mucho, mucho frío.

Yo pienso que es un tamagochi. Pienso que es un pequeño tamagochi que exige, con un sonido agudo, cínico, la atención de millones de leucocitos, el arrojo de cientos de miles de eritrocitos. Un tamagochi que se sueña King Kong. Hulk. El solitario hombre de las nieves.

Ahora vivo con él. Lo tolero. No me hace mucho daño. Apenas siento que merece un suspiro de fastidio, un lacónico gesto de resignación. Tomo un té, dos pastillas, imagino el reposo de una cama, miro la biblioteca, escruto el atardecer, intento recordar dónde dejé un bombillo.

Tener un tamagochi me hace estar en casa. Recorrer el piso con medias dobles. Vivir con un sweater, todo el día. Me da tiempo libre. Me hace pensar, como de pasada, en cosas en las que no pienso a menudo.

Hoy me ha dado por pensar que, bien visto, casi no me gustan los héroes.

Nunca me simpatizaron los personajes de la Independencia, por ejemplo. Nunca miré de buena gana esos retratos rimbombantes de héroes a caballo, enfundados en trajes de gala. No son los míos. No lo han sido jamás. Creo que no lo serán nunca. Creo, de paso, que esta parece ser una mala época para tener esa manera de ver el mundo.

No tiene que significar nada para nadie, pero sí significa algo para mí: casi siempre, desde niño, he apostado a perdedor.

En todo.

En política, en deporte, en literatura, en el cine.

De niño me decían que la ciudad en la que nací tenía la plaza Bolivar más grande del mundo. Siempre me dio lo mismo. Siempre me pareció un orgullo estúpido.

Ahora podrá parecer toda una insinuación política, pero prefiero las plazas sin estatuas.

Me gustan las glorietas. Eso sí. Pero no estoy tan delirante como para no notar que ese, sin duda, es otro tema.

Eso más o menos.

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 9:12 a. m.

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