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Argonáuticas 2.0

Detectivismo Literario

Los primeros dos Whiskys

domingo, junio 14, 2009

Gracias a la cortesía de un link en facebook de Roger Michelena, he descubierto una entrevista de Enza Verduchi a Alejandro Rossi, uno de los mejores escritores en lengua castellana de todo el siglo XX, quien acaba de partir justo hace unos pocos días.

La entrevista se titula con el bello nombre de La felicidad es una frivolidad de la memoria, y fue realizada en el ya cada vez más lejano año de 1994, justo en el momento en que Rossi editaba su antología narrativa Diario de Guerra (es de prever que se trató, con casi total seguridad, de una entrevista alentada por la editorial debido a la aparición del libro).

Rossi no parece haber sido una persona particularmente distante, como lo ilustra esta anecdota de un breve intercambio epistolar; sin embargo, fue lo suficientemente discreto como para no dejar ver los detalles que, por algún motivo estético o meramente privado, decidió dejar fuera del universo cerrado de sus textos.

Es por eso que tiene algo de agradable descubrimiento groupi el toparse con una inteligente apología del whisky justo al final de la entrevista de Verduchi. La parte que viene a cuento, dice así:

Para terminar, ¿qué piensa del whisky?

¡Caramba, al fin me hace usted una pregunta que me puedo responder inequívocamente! El whisky, señora, es la mejor bebida del mundo. Es una medicina disfrazada de bebida alcohólica. Posee maravillosas virtudes terapéuticas. Pregúntele usted a cualquier médico. Baja la presión, es vasodilatador y mil cosas más. Eso desde una visión mezquinamente fisiológica. Desde una más espiritual le hablaría en particular de los primeros dos whiskys, cuando se produce esa leve distancia con la realidad. Estamos en perfecto control, pero los objetos se han alejado unos metros y los contemplamos con nítidez de dibujante. Ya no exigen decisiones, respuestas, actitudes, sino que, repito, los contemplamos. Un momento maravilloso. ¿Sabe usted a qué se parece? A quitarse una camisa sucia y lavarse las manos. Lamentablemente somos víctimas de nuestra biología, de nuestra resistencia, de nuestro hígado y, en mi caso —me ampara una larga experiencia para afirmarlo—, advierto que el tercer whisky empieza a modificar la situación y da paso a un tono polémico y guerrero. Hasta el segundo soy una persona que puede pasar por serena y hasta agradable. Me encanta tomarlo solo y alcanzar esos instantes de paz y de objetividad. Sí, quitarse la camisa sucia de las horas torcidas y mojarse las manos con unas gotas de agua de colonia 4711, la auténtica, por supuesto. Ahí me introduzco en los terrenos de la felicidad. Mi consejo es comenzar a beber en México, a partir de las ocho de la noche. Mi abuelo materno, gran aficionado al whisky, notable especialista, solía aconsejarme: “Nunca bebas whisky antes de las siete de la noche”.

¿Dónde ha disfrutado más un whisky?

En mi casa, o en mi estudio, o en uno de esos bares que casi no existen en México, bares de ruidos silenciosos, tintineos, que tanto le gustaban a Chandler. Bendigo al inventor del whisky, me parece increíble que hayan sido los escoceses.

¿Por qué?

Me parece tan lejano un escocés. Pero me equivoco, los escoceses son un pueblo admirable que ha producido gente fantástica, pensemos simplemente en Hume. Una nación que ha producido el whisky y Hume es sin duda excepcional.

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Por P. E. Rodríguez/R.Coll, 10:58 p. m.

2 Comments:

Pedro, gracias por estos licores verbales de Rossi. Sí, el tercer whisky viene aparejado de otras desestabilizaciones y entusiasmos a veces no deseados, y si la cuenta sigue, llega invariablemente ese estado de melancolía hiperestésica, una especie de trip, pero no de las neuronas sino del corazón, y entoces vienen los boleros o Radiohead, y el mundo no se distancia unos metros, porque no se distancia en espacio sino en tiempo. En fin, hermano, habría que ir escribiendo el libro de la curda en Venezuela, yo una vez tuve ese proyecto para la fundación bigott y luego me fui por otros derroteros, hacia otro trip.
Un abrazo.
Gustavo: esa observación es crucial: "el mundo no se distancia en espacio, sino en tiempo".

El libro de la curda me parece una buena idea, pero el libro del whisky me entusiasma todavía más. Así podríamos quitarnos, de entrada, a más de uno de esos borrachitos fastidiosos que sumergen sus penas en alcohol, en lugar de la virtual elevación espiritual de un buen whisky de malta (sonó pedante, pero lo digo con el afecto de un convencido) :-)

En fin, allí hay otro tema para conversar en el momento en que podamos vernos por acá.

Un abrazo muy afectuoso de vuelta.

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